martes, 21 de abril de 2020

La Buena Muerte La cultura del morir en el Pentecostalismo $15000



La Buena Muerte
La cultura del morir en el pentecostalismo
Miguel Ángel Mansilla

Santiago: Ril Ediciones, 2016.
414 p. 23 cm.
El pentecostalismo resignificó la muerte y les quitó a los muertos todo poder sobre los vivos. Una vez que los muertos pentecostales viajan al cielo, no solo no tienen poder para venir a la tierra, sino que, junto con ello, el cielo fue presentado como un espacio tan maravilloso, que los muertos no quieren volver; y si a esto se le suma que la vida terrena era mortífera, ¿para qué un muerto querría volver a la tierra? Todo lo contrario: los vivos quieren ir al reencuentro de los adelantados. Por ello, los espacios del moribundo y los ritos funerarios eran muy activos y con culto propio, porque no solo es el último adiós, sino también el último contacto entre vivo-moribundo-muerto. Después, ni siquiera el cementerio será un lugar visitado por los pentecostales y evangélicos en general, como hacen con frecuencia los católicos.
Los muertos pentecostales mueren y viven felices para siempre en el cielo. Por otro lado, está el infierno, que evoca los sufrimientos y los dolores de la tierra, porque para el pobre, el oprimido y el explotado, la tierra es infernal. Las representaciones horrendas del infierno se observan en la sociedad. El abajo no tiene que ver con las condiciones morales, sino más bien económicas y sociales: cuanto más abajo está el ser humano en la jerarquía social, su espacio social más se asemeja al infierno: pobreza, miseria, opresión, hambre o violencia que atormentan al ser humano. ¡Pero mientras hay vida hay esperanza! No obstante, el infierno pos mortuorio, es la horrenda expectación, ya que es eterno, pero al ser el destino de los opresores y explotadores de la tierra, viene a ser el consuelo de los explotados y oprimidos.

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